Tras haber ido ganando altura poco a poco a lo largo de los últimos días, por fin abandono el valle. Sin saber cuando se produce el cambio exactamente, donde antes reinaban las profundas e intensas nubes ahora se extiende un cielo infinito de color azulado. Y a mi alrededor la idea que siempre he albergado de los Himalayas cobra vida: enormes gigantes de piedra y nieve; el color gris oscuro de la roca mezclado con el azul intenso del hielo; el silbido del viento descendiendo por los valles para perturbar las aguas de gélidos lagos; la escarcha habitando las sombras para mantenerse fuera del alcance del sol.
Mi siguiente parada es Manang, la ciudad más poblada de la sección este del circuito. Da la impresión de estar compuesta de alojamientos y cafeterías que compiten por atraer la atención de los senderistas. Estando a 3500 metros de altura, es una parada obligatoria en el proceso de aclimatación. En este punto es donde la cosa comienza a ponerse seria. El inicio de la lucha por adaptar nuestro cuerpo a un entorno que le es ajeno

Como el resto del mundo, paso dos noches en el poblado. Pero tras la primera, en lugar de parar a descansar, decido seguir forzando para que mi cuerpo se adapte lo mejor posible. Subo hasta Kicho Tal, un lago helado situado a 4600 metros. Nunca antes me habían parecido tan sugerentes los bollos en el escaparate de una cafetería. Brillando con el hipnótico color transparente de la dulce promesa. No sin resistencia, emprendo el camino hacia las alturas. Sufriendo por el polvo, por la falta de cobijo para resguardarme del intenso sol, y por la imagen de unos recién horneados bollos. Pero consigo llegar a mi destino, satisfecho y seguro de haber tomado la decisión correcta. Sobrepasados los 4000 metros un ligero dolor de cabeza me ha acompañado por el resto de la subida, eliminando de un plumazo cualquier esperanza de que las células de mi cuerpo recordasen el largo proceso de aclimatación al que nos sometimos en Sudamérica. Al menos, el esfuerzo de hoy servirá para estar mejor preparado el día de mañana.

Una vez a orillas del lago, me detengo un rato a descansar, dando más tiempo a mi cuerpo para adaptarse a la altitud. El lago, por un lado, queda rodeado de pastos en los que un pequeño grupo de yaks pace con la tranquilidad de quien no acostumbra a ser perturbado. Y por el otro, una muralla de roca formada por los picos de la familia Chulu. Una casa de piedra es la única presencia humana en los alrededores. La casa de un pastor que me ofrece queso fresco a precio turista. De él aprendo que el nak es la hembra del yak. En cuanto lo menciona a mi mente acude la imagen de un letrero que he visto por la mañana, antes de comenzar la subida. Se vende queso de nak y de yak, decía el cartel. Ciertamente perturbador.

El clima de hoy parece que no será eterno. Tras una ventana de cuatro días viene una tormenta de nieve con fuertes vientos. De seguir con el itinerario previsto, me atrapará en el paso de Thorung-La, a 5420 metros de altura. No parece sensato atravesarlo en esas condiciones. Y la opción de dar media vuelta para regresar por donde he venido no es para nada alentadora. Me debato entre salir mañana hacia el paso, llegando dos días antes de lo previsto y aprovechando el buen tiempo, o por el contrario, seguir según lo planificado y desviarme hacia Tilicho Lake, una zona que me han recomendado por su belleza. La decisión no es fácil, pero el consejo de un a-ratos-sabio amigo, hace que me decante por ir paso a paso, sin precipitarme. Tomando decisiones cuando sea pertinente tomarlas. Según los problemas vayan saliendo al camino.


La dificultad para dormir ya ha llegado. Supongo que a causa de una aclimatación insuficiente, a partir de los 3500 metros me resulta difícil conciliar el sueño. Por suerte, la práctica de la meditación está siendo de gran ayuda. Las largas horas que me paso en la cama, tratando de no obsesionarme con no poder dormir, e interrumpidas por cortos y esporádicos periodos de sueño, parecen suficientes para levantarme con energías renovadas.


Mañana toca cruzar el paso. Fuera, todo sigue nublado. Algunas previsiones indican que el mal tiempo no llegará hasta el mediodía. Cruzo los dedos para que tengan razón. La gran mayoría de los que nos encontramos en el Thorung-La High Camp nos pondremos en marcha a las cinco de la mañana. Con buen clima o sin él, sobre las diez de la mañana el tiempo tiende a empeorar en lo alto del paso.


Esta noche bato un nuevo record: pernoctar a 4900 metros de altitud. A las 20h ya estoy dentro del saco. Me espera una noche muy larga, acompañado del corretear de las ratas entre los finos tabiques de las habitaciones.
Sin dormir, sin bollos, sin calorcito… Qué bonito es en foto oyes
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Visto así….. tendría que comenzar a viajar con Google imágenes!
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